Después de 32 años ya era hora.
Pararse y darle tiempo a Pemán para que se explique por sí mismo.
Por su obra. Y yo que siempre tuve la pena de no haber vivido, por
unos metros, mi infancia y mi juventud en una calle que se llamara
J
uan Ramón Jiménez. Pero no, me tocó la calle José María
Pemán, justo en medio de las llamadas Juan Ramón Jiménez y
Vicente
Aleixandre. Lo primero que supe del
poeta-dramaturgo-periodista-derechón
D. José María Pemán
(es curioso que el Don siempre salga más fácil delante de “gentes
de bien” que de
izquierdosos... Qué ridículo decir
Don
Miguel Hernández, por ejemplo...) fue gracias al médico de
cabecera al que me llevaba en Dos Hermanas mi madre. Fuera lo que
fuera lo que me hacía estar enfermo, al médico (Don Juan,
entrañable, quitándole siempre importancia a todo... Debe
ser que los médicos ya no somos “gentes de bien” porque se nos ha
dejado de decir
Don...) sólo le llamaba la atención el
nombre de la calle donde vivíamos. Cuando miraba en la cartilla de
la Seguridad Social de mi madre los datos del afiliado, siempre le
saltaban a sus ojos esas palabras tan bien juntadas y tildadas: “Calle José
María Pemán”. Y se olvidaba de orzuelos, gripes, gastroenteritis
y soltaba su discurso. Siempre el mismo. “Hooombre, Don José María
Pemán... qué gran escritor... Y olvidado por culpa de ser
franquista.... Qué injusticia... Su mejor libro es
Andalucía, qué
gran libro, ohhh, una maravilla...”. Y entonces me miraba y me
decía: “Joven, ¿usted sabe quién fue Don José María Pemán?”.
Y no me dejaba responder, aunque poco tenía que decir yo entonces...
“Qué va a saber... Ahora enseñan otras cosas en el colegio...
Lorca y todo eso... ¡Don José María Pemán!...”. En las
siguientes visitas no recordaba que ya nos había dado a mi madre y a
mí su discurso y lo repetía, calcado, cada vez que encaraba la
cartilla para rellenar las recetas de paracetamoles y colirios... El
único libro que recomendaba con reiteración era ese tal
“Andalucía”, con lo que lo convertía casi en un mito para mí
con tal repetición obsesiva. Mi madre, imaginaos, siempre salía indignada con Don Juan porque no oía mis quejas y no dejaba de hablar de aquel dichoso escritor en vez de centrarse en mis amígdalas... Pero dejé pasar el tiempo, todavía me
pregunto por qué. Bueno, sí lo sé, por Lorca, precisamente, Juan
Ramón, Miguel Hernández y un tácito escrúpulo político
infantiloide y absurdo. Luego
Sabina, en esa explosión
adolescente inevitable llena de cantautores y canciones sabineras
gamberras, remató la imagen de Pemán en su canción dedicada al
entierro de Franco en el disco de la
Mandrágora: “miiil añoos
tardó en moriirseee...” y luego “Saan José María Pemán unoos
versos recitóo”. Entre Torquemada, el Cid, y toda la ristra de
rancios aparecía, para mis oídos adolescentes, la figura de Pemán
y claro, uno le echa una cruz y fin. A seguir maldiciendo el momento
en el que los del Ayuntamiento de Dos Hermanas se les ocurrió
ponerle a mi calle ese nombre maldito y no el de
Luis Cernuda o
hasta el de
Salinas o el de
Guillén me valían... Y pasó
más tiempo y luego más y luego me mudé por fin a
Ballesta (cuando era Ballesta de verdad y no ahora, TriBall. Por cierto, viví delante de la casa de recién casada de
Rosalía Castro y más abajo se hospedó
Martí, para alegría de mis ansias geográfico-literarias juveniles...) y a la
Escalinata y al arco de
Cuchilleros y entonces buscaba historias
interesantes de esas calles que por fin llenaran ese vacío durante
tantos años arrastrado por culpa de Pemán... Incluso en la calle
Rafael Bergamín
me sentí mucho más reconfortado aunque este solo fuera el hermano
gris arquitecto del gran poeta del 27 (“gran poeta” que, a
posteriori, descubriría que no le llega a Pemán ni a los
talones...). Otros datos de Pemán a acumular son: de Cádiz (algo
tendrá que ver en todo esto Cádiz...de eso no hay duda...), el
Séneca de TVE,letras de himnos patrióticos, la revista Ellas llena
de machismo a lo Pilar Primo de Rivera... Hasta “
Los tres
etcétera de Don Simón”.
Encontré esa obrita de teatro en una librería
cerca de mi casa actual (con nombre de calle mucho más prosaico,
aunque digno de todo Monopoly que se precie), vi ese nombre en
su portada, ese nombre que he escrito millones de veces en
formularios, matrículas, contratos... y que todavía aparece en mi
D.N.I y me dije: “vamos a darle una oportunidad a Don José María
Pemán”. Era verano, me eché al sol y me lo leí del tirón.
Bueno, no del todo del tirón porque tenía que parar de vez en
cuando para coger aire para no morir ahogado de risa... Una loca
comedia ambientada en pueblos alrededor de La Carolina. Como si
Lubitsch hubiera nacido en Jaén. Luego me compré Metternich
y las crónicas de Séneca y luego Mis mejores artículos
en una visita a Cádiz donde, por supuesto, venden sus obras
completas en las papelerías. Después, hoy mismo, por pura
casualidad, en la feria de Recoletos, ante mis ojos aparece...
ANDALUCÍA.
Me dio un vuelco al corazón y mi asombro fue tan
explícito que por supuesto la librera podría haberme pedido mucho
más por el libro de lo que en realidad me cobró... Suerte que el
precio estaba escrito en la primera página... 32 años. Y por fin el
libro en mis manos. ¿Estará todavía vivo Don Juan? Todo es
preguntárselo a internet e internet dice que en el año 2012 el
Colegio de Médicos de Sevilla le entregó una distinción como
“médico ilustre” por sus más de 40 años al servicio de la
Medicina rural en el pueblo de Dos Hermanas. La noticia de Don Juan va con foto y
todo y no puedo refrenar un escalofrío de emoción al ver su figura,
igual casi que cuando yo iba a verlo de pequeño cogido de la mano,
siempre fuerte y bien cuidada, de mi madre... Mi madre, claro, a ella le hubiera encantado tanto ver cerrarse esta historia como ahora se va cerrando... Y aquí estoy,
aguantando alguna lágrima leyendo a Pemán una vez más, leyendo un
libro que me ha costado casi 30 años leer. Y entonces ya me
reconcilio del todo con Don Jose María y aquella mala suerte inicial
de “casi” vivir en la calle de Juan Ramón Jiménez se vuelve,
como casi siempre pasa en la vida, una genial casualidad impagable. Una lección contra los prejuicios. 32 años me han costado aunque nunca es tarde para reconciliarse con
alguien... Hasta con un escritor franquista, franquista, sí, pero
por encima de todo un escritor de los grandes, con mayúsculas, con
una prosa ágil, inteligente, divertida, culta y de pueblo a la vez,
incisiva y muy lejos de ser rancia o fascista.Y por todo esto, por lo
sentimental y por lo puramente literario, hago sitio en mi estantería
“top five”y se gana su espacio, quién me lo iba a decir
después de todo, junto a Cortázar (él, cronopio sin camiseta, fumando
rodeado de gatos...), Umbral (tan madrileño, tan chulesco, tan
canalla...) y Zweig (todo lleno de humanidad abierta y
positiva...)...Otro día tendremos que hablar de un gran amigo de Pemán, Don Manuel Machado, falangista de carné, también enterrado por la
historia literaria...Menos mal que el Ayuntamiento
de Dos Hermanas no sabe, después de más de 30 años de alcaldía de
izquierdas, de distinciones políticas en la literatura y también
Manuel tiene su calle en mi antiguo barrio...