Uno de mis mayores defectos es la indecisión.
Los que me conocen bien pueden dar fe de ello. El simple y banal hecho de buscar un sitio para el vermú llega
a ser toda una odisea de idas y venidas (si no que se lo pregunten al padre que
me parió cuando me visita a Madrid). Y es que no puedo deshacerme de la duda de
“y si por ahí era mejor”, “y si por aquí nos perdemos lo que está pasando por
allá”, bla bla bla... La ciencia inexacta a la que me dedico tampoco ayuda.
“Señora, es que en medicina nada es blanco o negro, nunca se sabe al 100% si
esta píldora rosa le provocará o no diarrea o la muerte, etc…”. Me cuesta tomar
decisiones firmes por esto mismo, porque nunca creo que esté en poder del total
de los datos necesarios para tomar partido firme. ¿Cuánta información hace
falta para tener claro algo? Hay mucha otra gente que no, que no le tiembla el
pulso a la hora de enarbolar una bandera, una causa, una opinión o tirar una
piedra contra ciertos cristales. Si yo fuera catalán, por ejemplo (a lo mejor
lo soy un poco: creo que no lo he contado nunca pero en mi familia paterna todavía
hay dudas de si el apellido es verdaderamente Prada o es un “Prat” mal
trascrito… Algún tío abuelo mucho menos timorato que yo se ha posicionado con
firmeza y ya hace años que se borró el
Prada en el DNI para inscribirse como Prat. No estoy de coña.), pues eso, si yo fuera
catalán, me costaría mucho enfrentarme a una pregunta donde solo te ofrecen un
sí o un no… España sí, España no… Los políticos que defienden el sí dan algunos
datos, los del bando contrario dan otros. “España nos roba”. Y con esas tres
palabras uno se contenta, coge su palo de madera con su bandera y se va a la
calle a dejarse el pecho por la causa. O al revés. “España invertebrada” y allá
que va tan pancho con la otra bandera y con la parte de la Constitución que les cuadra y les conviene...
¿Cuántos BOEs y presupuestos y libros de Historia de España hay que leerse para
poner una X en el SÍ o en el NO? ¿Cuántas veces hay que viajar a Figueres o a
Utrera para posicionarse adecuadamente? Si es que ni siquiera las estatuas que
llevan toda una vida de pie aguantan el paso de los años y de la verdad. Cuando
hace unas semanas vimos las imágenes en Premià de Dalt de una del Jordi Pujol tirada por los suelos
cual Sadam Husein, la respiración se nos cortó por unos segundos por su fuerza
icónica: la referencia independentista, la figura que ha representado lo
catalán durante tantos años no era más que un vulgar ladrón de bronce
derrumbado sobre el césped… ¿Qué hacemos ahora con las pegatinas de CIU que
pusimos en el salpicadero? Fue Presidente desde 1980 a 2003, ¡toda una vida! Toda
una generación… Igual se desmontaron el Che y Mao (con las camisetas que han
vendido y que todavía venden) y los
mandatarios sindicales se meten en Bankia y van con su tarjeta black pagando
ginebras y sujetadores y hasta Felipe se nos cambió de la pana y las patillas
a abuela con yate directamente… ¿Una bandera? ¿Cómo coge uno con todo esto una bandera y
la alza gritando por las calles? La del Betis y mucho es, que eso, al final, no
va más allá del partido del domingo por la tarde. Aunque entre los resultados
amañados, las deferencias alarmantes e insultantes de Hacienda para con las
deudas futboleras y la ausencia total de empatía de los jugadores con sus
aficionados, uno cada vez es más dubitativo a la hora de gritar el “musho Beti,
musho Beti eh”. Entonces, ¿qué nos queda? Cuánto nihilismo, por Dios…
Pero a lo
que yo quería llegar con todo esto es, en realidad, a hablar de Ocho apellidos
vascos. Y de Salvados. Toma ya. Meses y meses me costó ver la dichosa
peliculita y al final pues eso, que no me pareció para tanto, cuatro golpes de
risa (de mucha risa, eso sí), mucho cutrerío, porque es cutre tela (el final, no
comment…), pero por encima de todo tiene algo que me gustó mucho: su inteligente
crítica a los dogmas, su corrosiva forma de decirnos “venga, va, señores, vamos
a relajarnos un poco y vamos a lo que vamos, a disfrutar, que son dos días y qué más que nos pillen en Pasaia Donibane que en Zahara de la Sierra”.
Desde el mismo título, la película usa la ironía para contarnos mucho del
conflicto vasco (salpicado de sangre, secuestros, torturas… recordemos, hasta
hace literalmente dos días… Los que nos reímos del “hola corazones” de la Machi
somos los mismos que estuvimos con el corazón encogido aquel verano de Miguel
A. Blanco). Los 8 apellidos vascos equivalen a aquello del cristiano
antiguo. En la Edad Media uno se volvía loco para intentar ocultar el
tatatarabuelo medio judío y evitar la hoguera. Han pasados los siglos pero
seguimos bastante medievales con el tema territorial y de eso mismo se ríe la
película. La escena del “Euskadi tiene un color especial” desmonta cualquier
arenga política sesuda y creo que es lo más logrado de la peli (en su
contenido, ya os digo, porque lo cutre no hay quien se lo quite). Ni los
sevillanos somos todos capillitas ni los vascos son todos terroristas. Y por
encima de todo esto, lo bonita que es Guipúzcoa, lo bonita que es Triana… Esta
semana, los de Salvados van a llevar al
mismísimo Oriol Junqueras a comerse unos garbanzos sevillanos y a batirse el cobre
con Dani Rovira de taxista y FlamencoRadio de Canal Sur a todo volumen (es también rizar el rizo que el mayor abanderado sevillano en estos días sea, nada más y nada menos, que un malagueño... ¡Ole ahí! Otro hielo que romper ese...) . ¿Es que
al final lo único que hay que hacer es salir un poquito de casa, echar unas
charlas y unos platos típicos, para relajar el tono? Pues lo mismo sí. Así que, señores que mandan, el presupuesto de las independencias, de las urnas y las banderas, directamente al programa Erasmus y al programa Séneca, hombre ya... Eso sería crear un MUNDO MEJOR. Por poner un ejemplo.
¡¡Yo quiero una Séneca en Pasaia Donibane!!!
Mientras, veremos cómo se defiende el Oriol de Los del Río o de una buena pringá… Estoy deseando verlo... Tampoco
se puede hacer un reduccionismo pueril de temas tan complicados, sí, lo sé… Hay muchos flecos, muchas aristas... Pero un poco de desmitificación no viene mal. Me gustaría por eso tener más oportunidad de hablar con gente que quiere separarse en un país nuevo, repito, MÁS GENTE, y menos políticos...A ver cómo se las gastan en la
secuela con los apellidos catalanes… ¿Fronteras en estos tiempos que corren?
Hay una imagen que siempre se me viene a la mente con todo este tema de las
independencias. Cuando mi hermano Moralejo nos invita a pasar unos días a su
pueblo fronterizo zamorano, no dejamos nunca de ir a tomarnos unas Superbock a
Miranda do Douro. A la entrada a Portugal todavía queda una garita en ruinas de
aquello que fue una barrera aduanera. Tiene un aire marcial, de Benemérita, que
gracias a Dios ya está desfasado. Es un lujo y un gran avance poder ir a
Portugal sin tener que llevar pasaportes y abrir maleteros, etc… Uno cruza con
su coche el Duero y ya está, ya tiene una hora menos en el reló. ¿Para qué
queremos montar más países ahora? Yo no quiero que nadie me lo pongan difícil para irme a Cadaqués a echar un baño o a la Rambla a comerme un mixto de bull blanca y
negra; yo no quiero que nadie nos enfrente a los sevillanos con los vascos, yo
no quiero creerme ni a Rajoy (qué torpes siempre con el problema territorial
los presidentes del Gobierno, qué torpes…) ni tampoco quiero creerme al gris de
Mas… Y lo único que están consiguiendo con todo esto es precisamente eso, la crispación de la gente que no lleva a
ninguna parte. ¿Creemos que Rajoy o Mas están tirando de la parte de su cuerda
simplemente por el bien de nosotros? Solo hay que mirar la estatua de Pujol
tirada en el césped para guardarse la bandera…
¡¡Y una casita de verano en Zahara de la Sierra!!
En fin, lo he intentado, pero tanta palabrería
nos la resume Albert Camus en una frase, él al que le acusaban en su tiempo de
indeciso, de timorato, al no dejar claro si se juntaba con el bando del Frente
de Liberación Nacional argelino o con el gobierno colonialista francés…
“En estos momentos están poniendo bombas en
los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la
justicia es eso, prefiero a mi madre”.
Albert Camus, el otro Humphrey Bogart, por H. C. Bresson
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