martes, 9 de febrero de 2010

gente, gente, gente...


A uno le dan ganas de hablar con la gente, de hablar de cosas interesantes, sobre todo a uno le dan ganas de escuchar. Corriendo arriba y abajo diariamente por esta vida que nos hemos inventado, tan apresurada, uno se para poco con la gente, tranquilo, con un café o un pacharán de por medio, con esa gente que sabes que tiene capacidad para dialogar, que sabe escuchar y ser escuchado, que agrada, sobre todo que te enriquece.


Ahora vivo en una especie de comunidad cerrada, como un patio de vecinos antiguo pero a lo grande y pijo, con su piscina, su gimnasio, su pista de padel, sus lucecitas para que por la noche todo parezca agradable... Tengo garaje por supuesto y todas las comodidades que necesito. No sé cuántas personas viviremos aquí pero sí que somos muchos. Y tampoco es que quiera tener una relación íntima con algunos de esos desconocidos con los que me cruzo a diario. Ya tengo mis amigos. Pero se nota una frialdad casi desoladora, una énorme lejanía entre gente que vive a escasos metros; en ocasiones nos duchamos a escasos centímetros y seguimos estando a kilómetros. Un mínimo sí que se agradecería, un mínimo de sonrisa, de naturalidad, de saludo aunque fuese levemente alegre... Aquellos patios de vecinos antiguos estaban llenos de gente mucho menos sofistada, estudiada, ambiciosa, exitosa que la de mi comunidad de vecinos. Pero había vida. Todo era más desordenado, más chabacano*, había gritos soeces y seguramente que también algo de maldad y egoísmo... Pero si te faltaba algo, algunas perras para llegar a fin de mes, dejar al niño mientras se iba al médico o a la compra, una camisa para aparentar frente a la novia... no daba ese miedo atroz que ahora nos hace ver como una auténtica audacia cruzar hasta la puerta del vecino de enfrente para pedirle un favor...

La gente, la gente, la gente... Se echa en falta pararse con gente que sabe de perros y te cuenta alguna cosa interesante, el otro que conoce bien las costumbres de las orcas (alguna canija entenderá por qué digo esto)y te deja con la boca abierta; otro que sabe chistes y sabe además contarlos bien, aquel que te enseña a jugar a la brisca*, el otro que te cuenta toda la vida entera de Napoleón como si nada... O de Gordillo. Qué más da. El caso es sentir ese regusto tan extra-ordinario de escuchar.
Por eso esta es una invitación a toda esa gente que sabe contar cosas, a esa gente que quiera pasarse por ancá prada para tomar un té o fumarse un habano y charlar largo de lo que sea... Para la gente que quiera comunicarse. Y ya lo sé, vosotros pesimistas, ya sé que es triste tener que pedirlo por internet, ya sé que sería más bonito en la taberna o en el patio de vecinos antes mencionado, "sentao en la puerta al fresquito en verano" con una tajá de melón bien fresquita y unas uvas... Pero con esto me conformo en un principio, con esto podría llenar un hueco que me resulta incómodo hoy día.
Así que te espero ancá Prada, entra sin llamar, como decía Manolo García, y cuéntame de lo que sea, de galgos o de física cuántica... Yo iré contando también mis cosas, ¡espero poder hacerlo! y este portal también me servirá de cuaderno de bitácora (origen del blog como tal) en mi aventura por NYC... Pasaros entonces por ancá Prada!!

2 comentarios:

  1. Ancá Prada. Echar de menos. Yo echaba de menos un blog tuyo, e infinitamente más, te echo de menos a ti...también echo de menos esas charlas, largas, cortas, de gordillo o de rafa paz...de Lorca, al que sentí el otro día por Granada y su festival de cine clásico, otra joyita de aquí "al'ao".
    No tengo perdón de dios, pero quizá tú si puedas perdonarme; a dios no lo conozco, pero a ti sí.
    Yo me pasaría la vida ancá Prada; la mitad ya la pasé allí.
    Qué VIVAN TUS PUERTAS ABIERTAS y QUE YO LAS VEA MUCHOS AÑOS.

    Con tu puedo
    y con mi quiero,
    vamos junos
    compañero.

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  2. Yo que comparto esa misma comunidad de vecinos, entiendo tu sensación. Cada mañana sigo viendo al perro de la lengua azul que tan poco te gusta... y al ver la foto recordaba mi antigua corrala, mi vecino "Manuel" que me invitaba a café (de puchero) y bizcocho casero cuando por error dejaba mis llaves en el buzón... pero lo bueno es que estamos rodeados de buena gente, la de verdad, la que nos acompaña (de cerca y en la distancia)... y eso no tiene precio... y pese a todo, también tenemos vecinos que pierden las llaves en el hueco del ascensor!! Las cosas no siempre son lo que parecen.

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